miércoles, 14 de octubre de 2009

POOBÚ

Se le escucha reír desde todos los lados del recinto vallado. Lo mismo estés en la zanga que se ha abierto para la conducción del gas, o te mande el encargado a echar una mano a los del tejado. Su risa ya nace con eco. Parece que se hubiera tragado un Home Cinema. Te envuelve. Los ojos redondos, grandes, siempre asombrados descubriendo algo nuevo, resaltan de su cara morena. Manos de movimientos nerviosos, acompañan las palabras con gestos desproporcionados. Es Poobú.
No sabe exactamente cuando nació; el medico de la empresa le ha dicho que vendrá a tener unos 27 años, a si que ha puesto en su nuevo y flamante documento nacional de identidad, la fecha de nacimiento el 12 de mayo de 1977. Ni el día ni el mes son tampoco reales, el día y el mes que la patera que lo trajo toco la arena de la playa de Tarifa. Pero el siempre dice que es ese día cuando empezó a vivir de verdad.
Hoy y después de siete años por la península, es ciudadano de pleno derecho. Por eso ríe mas de lo que es habitual, no lo puede remediar, se ríe y lo hace con ganas. Contagia y más de uno acompañamos su risa con la nuestra. A veces nos cuenta, cuando los recuerdos de su vida en África le vienen a la memoria, como era la supervivencia en su país, ya que no se puede decir que era una vida.
El no fue un niño soldado por que se escondió debajo del cuerpo sin vida de un hermano de su madre. Pero desde allá vio como morían sus padres, violaban a su hermana mayor y se la llevaban junto a su otro hermano, después de obligarle a disparar contra los cuerpos de todos los de la casa por si alguno quedaba vivo. Tenía diez años y comenzó su lucha por salir de ese infierno, que culmino 11 años después en Marruecos cuando por fin consiguió subir a la patera. Los detalles de todos esos años o se los guarda o los intenta olvidar. Algunas veces se despierta por las noches con los ruidos y los aromas de entonces y llora solo en su cama. Ha visto muerte, hambre y destrucción. Ha robado, matado y luchado en guerras que no eran suyas con el único propósito de seguir vivo. Pero yo no quiero abrir sus heridas. Hoy es uno de los días mas felices de su vida, simplemente por que tiene ese carnet con su foto que le acredita que es uno mas de nosotros. Hoy solo quiero reír con el y compartir uno de sus pocos días de celebración.