domingo, 17 de agosto de 2008

La Hora del adiós

Ululaba el viento y las hojas crujían bajo sus pies. Algunas hojas, ya que arrastraba mas que elevaba las piernas al caminar. Se podría decir que las iba apartando de su camino. Volvió a ajustarse la bufanda al cuello procurando tapar la boca. Acababa de abandonar un fuerte catarro y no le apetecía recaer. Amanecía en la ciudad y las sombras, ahora largas, de los árboles semidesnudos del parque, se asemejaban flechas marcándole la dirección a seguir. Se cruzó con las mismas gentes que lo veían pasar desde hace ya doce años. De lunes a viernes y del 1 de septiembre al 31 de Julio. Como por los árboles, el otoño de la vida también había hecho mella en él. Su pelo escaseaba en la cabeza amenazando mostrar el cuero cabelludo cada vez que perdía el orden impuesto por el peine. Su color, antes negro y ahora de un gris plateado que le ponía mas años de los que su carné decía. El rostro siempre taciturno y pensativo, no había sido ajeno al desgaste de la vida y erosionado por los años, se había ido poblando de arrugas; al principio apenas perceptibles y hoy marcadas y visibles a cualquier distancia.

Pero aunque caminaba a la misma hora por los mismos lugares y se cruzaba con las mismas gentes, sus pensamientos habían cambiado. Sí, caminaba al mismo lugar de siempre, al banco donde había dejado estos últimos años de su vida, pero esta vez iba a despedirse de sus compañeros y no solo por la tan ansiada y al fin alcanzada jubilación anticipada, si no por que la suerte tantas veces esquiva y aunque ya tarde le sonrió esta vez ; así que también depositaría un billete de lotería premiado. A sus mas allegados les pensaba comunicar esta mañana su decisión de separarse, no quiere ver a su mujer sufrir por él, y su nueva residencia en un lugar del Caribe que todavía no ha determinado, pero que anunciará, sobre todo a los enemigos, que sin ser muchos, o de poca monta, siempre están por hay.
A su mujer le deja todo lo que compartieron y un cajón de recuerdos que anduvo guardando estos últimos años y la promesa de olvidar desprecios y disgustos acumulados en los buenos años compartidos. El se lleva los recuerdos de los buenos años vividos y varios secretos.
Se lleva la copia de la notaría donde dejó el testamento y en el que todo es para ella, su único amor de esta vida, Todo se lo deja a su mujer; que ha sido su apoyo u su fuerza durante todos los años de matrimonio.
Y se lleva también los resultados de las últimas pruebas medicas y la confirmación de su cáncer de pulmón y los seis meses de vida pronosticados y que no quiere compartir con nadie.
Se lleva el dolor, la falta de aire y la convicción de no querer que se le recuerde enfermo y agónico.
Y se lleva un billete solo de ida hacia la soledad y la muerte.
Arezyl 2006

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